viernes, 11 de septiembre de 2009

Separación. (primera parte)

—Es un mundo extraño—susurro triste.
—Lo sé. —convino
Llevaban poco tiempo en ese lugar y la desesperación ya se había apoderado de sus mentes. Les costaba comprenderse el uno al otro eh incluso a sí mismos. Las peleas eran constantes y estallaban de la nada, la serie de eventos trastornaban sus débiles mentes y endurecían más sus rostros.
Minutos antes habían discutido.
—Déjame pensar!!—grito frotándose las sienes.
—¿Qué quieres pensar?! En cómo nos destruimos lentamente? —reprocho.
—No…—dijo de forma casi ilegible—no nos estamos destruyendo!!—su voz era desesperada he histérica.
—Qué nos está sucediendo?—pregunto.
—No, no lo sé, es este lugar—dijo mientras alzaba los brazos al aire—me hace sentir deprimido y furicó—se lamento.
—Qué?!—estallo.
—…—su mirada era de sorpresa, no entendía la razón de su comportamiento— Ahora que te sucede?! Mierda!! Contigo no se puede hablar!—declaro.
Unos sollozos interrumpieron su enfurecimiento.
—Estamos enloqueciendo—la consoló.
—No, no quiero estar aquí—sollozo aun más fuerte—tenemos que hacer algo.
—No, eso no es posible, no creo que podamos hacer algo.
—Y aquí tenemos al señor pesimista—replico burlonamente—bravo, hurra! Lo que faltaba!—dijo sarcástica.
—No puedes hacer algo más que criticarme?! Crees que no quiero solucionarlo, simplemente no se puede!!—grito molesto.
Hacían esto cada vez que podían, y los dos tenían demasiado orgullo como para pedirse perdón. Las peleas constantes carcomían sus almas y destruían sus cuerpos. Él estaba harto de todo incluso de ella que poco tiempo atrás le había jurado amor eterno ahora solo quería deshacerse de todo. Tenía la homicida y suicida idea de aniquilar todo a su paso incluyéndolo a él, pero el recuerdo de los momentos felices inundaban su mente y limpiaba el odio que sentía en el mundo.
Si algo sabia hacer muy bien ella era esconderse de él para llorar plácidamente, realmente prefería sentir el amargo dolor de la desesperación que la ira amenazante y sedienta de sangre, no quería sentir esa acides que quemaba su estomago cada vez que peleaba con él. Se tiro en un rincón y abrazada de sus piernas comenzó a llorar en silencio hasta que no tuviese más lagrimas que derramar no pararía, y no porque se hubiese librado de lo que le acongoja en su pecho, si no porque se había quedado sin lagrimas.
En su pecho acunaba una foto de una pareja feliz, en sus rostros se podía contemplar la esperanza que tenían en el mundo, sus ilusiones, sueños y planes para el futuro estaban frescos junto con las constantes sonrisas que los caracterizaba surcaban sus rostros. “Jóvenes e inexpertos que no saben nada de la vida”” pensó con rabia.
Sí, deseaba volver atrás el tiempo y golpearse ella misma para que recapacitara, para que tomase una mejor decisión. Pero no había vuelta de hoja. “Carajo” pensó y el dolor se apodero de su cabeza, era demasiado tarde para cambiar, poco a poco el agotamiento hizo que se quedara dormida…otro día que lloraba hasta dormir…
El olor a comida la despertó al día siguiente era una dulce invitación rutinal y monótona de su vida. Recogió su cabello en una coleta rápida y descuidada para bajar de su refugio.
Como siempre había dormido sobre el sofá duro y sin resortes que adornaba su modesta casa, el dolor de su espalda era evidente y el de su cabeza solo indicaba algo… hora de desayunar…
Ya como rutina abrió el refrigerador a la misma hora de siempre, saco un par de huevos y dos tiras de tocino, tomo una sartén y colocando aceite en el rompió los huevos y agrego el tocino, el chisporroteo que provocaba y el olor que desprendía le daba un toque hogareño a su lúgubre casa. Se dirigió de nuevo al refrigerador y saco un pequeño bote con lechuga, un recipiente con verdura, además de un tomate rojo y una aguacate maduro, retiro la comida del sartén depositándola en un plato, mientras que en otro mezclaba los ingredientes para una colorida ensalada, coloco la mesa, un plato frente al otro con sus respectivos cubiertos. Sirvió un poco de jugo y un vaso de leche fría y se sentó a esperar pacientemente como era costumbre ese día.
La mañana transcurrió en silencio y ninguno de los dos hablo.
Esa tarde en especial tenía que permanecer en la ya mencionada quietud, ya que verían a una persona importante para los dos, su partida era causa de una parte de su llanto y una parte del enojo de él.
El reloj marchaba tortuosamente lento, parecía que lo hacia apropósito, ella daba pequeñas rápidas miradas disimuladas y desesperadas, las manecillas solo avanzaban pocos segundo en cada una de ellas y una gota revelaba por su frente lenta y sigilosamente.


Es solo la primera parte ^^... puff esta rarito...

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